UNA DISCUSIÓN SIN VALOR
A menudo se leen discusiones respecto del precio de los discos. Todos los días aparecen publicaciones en grupos de redes sociales de personas que se alarman por el precio que algún vendedor le puso a lo que ofrece. Una mezcla de asombro, burla e indignación que está a la orden del día. Me animo a sostener que es una discusión interminable y, por eso mismo, de escaso interés aunque no sean pocos los que se prenden inmediatamente a ella. Hablar de precios no es hablar de gustos. Si fuera así sería mucho más sencillo y tranquilo el asunto. Podría decirse «me gusta más este precio» o «me gusta más este otro» y no habría que enumerar una larga serie de razones y fundamentos. Hablar de precios es alimentar rivalidades. Provocan enojo las diferencias entre una cotización y otra de acuerdo al punto de vista individual. Si bien cada uno puede tener una idea respecto de cuánto se puede pedir por determinado material, las diferencias que aparecen no tienen que ver precisamente con un número sino con un estado de ánimo respecto del sentido de gastar un dinero u otro en tal o cual producto. Y los estados de ánimo no son cuantificables.
Los precios están pautados por la valoración que el disco tiene a partir de la obra en primer lugar, el intérprete en segundo, las particularidades de producción del disco en su momento, la mayor o menor cantidad de ejemplares circulantes hoy, y el estado físico de la placa y de la tapa. Lo que no entra en consideración es quizás lo que más importancia tiene al momento de precisar qué precio le pongo al disco que estoy ofreciendo. Es cuánto me costó a mí. Un lote que se encuentra en el fondo de un ropero y cuyo dueño, algún pariente por lo general que ya no está presente, me ha costado $0. Si alguno de los discos que hay allí está publicado en alrededor de $20000 y yo lo ofrezco a $2000 quizás es un negocio que me sirva aunque otros lo vean como un error. De la misma manera si sucede al revés: si el disco que a mí me costó nada está publicado alrededor de $2000 yo lo ofrezco a $20000, corre por mi cuenta las consideraciones respecto de porqué lo hago así. Es decir, aparece el límite de la libertad individual, límite ante el cual ninguna discusión sobre precios puede tener lugar.
En todo caso, las opiniones de uno u otro lado respecto de los precios expresan una preocupación por la mayor o menor capacidad de pago que tienen las personas que desean determinado producto pero el bolsillo no se lo recomienda. El precio viene determinado según cuántos tienen cierto disco y cuántos lo desean. Esto quiere decir lo que señalaba más arriba: cuando hay que ponerle un determinado valor a un disco comienzan las rivalidades entre unos y otros. Mientras más sean los que desean, más pretenderán quienes poseen los objetos de esos deseos. El ser humano, aunque cada individuo diga lo contrario, funciona a deseo de tener lo que otro tiene. Por lo general, si a otro no le interesa, dudo de que a mí me interese. El precio será directamente proporcional a la cantidad de sujetos que desean e inversamente proporcional a la cantidad de objetos deseados. A esto ya lo sabían las discograficas en el momento en que el disco de vinilo estaba en su mayor auge, así es que hoy esos discos que fueron deseados en otros momentos aparecen con precios más accesibles. Las productoras veían que había muchos deseantes y producían muchos objetos de deseo. El precio de esos discos no aumentará hasta tanto no empiecen a escasear.
No quería hablar de precios y terminé haciéndolo. Quería hablar de la inutilidad de las discusiones respecto de los precios. Porque no solamente ocupan un espacio que podría estar dedicado a hablar del aprecio por tal o cual disco sino que también alimentan las rivalidades que impiden disfrutar tranquilamente de una buena música que es de lo que en definitiva se trata. Porque lo que importa es eso que oímos, eso de lo cual es más difícil hablar porque es lo que hace la música cuando nos atraviesa el corazón. Eso no tiene precio.-