UN CÍRCULO NEGRO CON UN AGUJERITO EN EL MEDIO
Entre otras, una de las maneras de saber si el disco ha sido usado o no, es mirar el agujero del centro del disco; allí se nota si ha tenido alguna puesta en plato. El desgaste del papel que rodea al agujero habla de la pérdida de virginidad de la pieza. A veces aparece marcado con huellas que lo hacen brillar donde el palito central ha intentado embocarse. A veces aparece el papel roto alrededor del agujero como evidencia de que ha pasado por la fricción. También, claro, a veces no hay marcas perceptibles alrededor del agujero pero pudo haber sido usado.
Cuidados y maltratos
Por supuesto que antes que el estado del agujero será más fácil observar el historial del disco por las huellas que quedan en la superficie del plástico vinílico. Y en este sentido hay varios niveles de estado. El peor es el que muestra un disco opaco, reseco, que parece haber sido usado de frisbee en la playa. Muchos discos abandonados en garajes de barrios polvorientos o de profundo hollín, son víctimas frecuentes. Sobre todo si los discos están sin tapas. Seguramente las cartulinas se habrán ido rompiendo, perdiendo, vaya uno a saber. Los discos sin tapa, arruinados por haber sido amontonados en algún lugar sin cuidado, son los mayores candidatos al reciclado para algún artesano que se dedique. Luego están los que, aún con tapa, están destruidos por la fritura debido al paso de los años. Son los de la década del cincuenta y sesenta sobre todo, época en la que tanto las tapas como los discos, aún tenían componentes rígidos en sus constituciones. Están los promocionales, que se guardaron en radios o disc jockeys, que han tenido suerte dispar y tal vez muchos están bien mal de tapas pero bien de placas y viceversa. En realidad, es difícil que el disco esté peor que la tapa. Si la tapa está bien, por lo general, el disco está mejor. Finalmente están los que han sido conservados con mucho cuidado y otros que han sido guardados por distribuidores y disquerías que cerraron pero tenían discos nuevos que nunca salieron a la venta. Esos están impecables y hoy resultan, en unos cuantos casos, conservar también un gran valor de mercado.
A partir de popularizarse el vinilo en la década del sesenta y setenta, los géneros musicales se multiplicaron y se dividieron en grupos de interés. Los productores lo sabían y dedicaron inversiones en algunos géneros más que en otros. Cantantes populares han editado mucho más que otros de menos fama; en general, por el tipo de música que hacían. Eso hizo que ahora haya discos que valgan más dinero por encontrarse menos copias. Tengo el prejuicio, por otra parte, de que cuanto más complejo era el gusto musical del poseedor, mejor cuidados están los ejemplares que hoy se encuentran. No tiene que ver con clases sociales. Tiene que ver con circunstancias de escucha. Es difícil encontrar discos infantiles en buen estado, por ejemplo. Los chicos que los han escuchado han jugado con ellos y es frecuente ver garabatos y rayones propios del juego infantil. Los discos de músicos masivos han sido escuchados en bandejas masivas. Y muchas veces, lo cual influyó para su deterioro. Luego, poco a poco, pareció que la humanidad de fin de siglo se quedaba sin tiempo de andar guardando discos prolijamente en su bolsa interior y luego en su tapa sin romper nada. El triunfo pasajero del CD y luego el imperio de la música por Internet parecían ofrecer un servicio que ahorraba tener que estar lidiando con soportes físicos.
Más flexible, más susceptible
Los discos de vinilo llegaron en 1948 a superar la rigidez del disco de pasta; los de vinilo no se rompían fácilmente pero su suave material era fácil de rayar. Como se carga electroestáticamente con mucha facilidad, atrae polvo que es un tanto difícil de quitar. El tiempo también le adjunta hongos y otros microorganismos. El polvo y los rasguños causan “clicks y pops” audibles y podían hacer que la púa saltara hacia líneas más avanzadas del surco o, peor aún, que saltara a líneas que ya había recorrido creando un ciclo que se repite indefinidamente. El salto de la púa era algo muy común y le hicieron la mala prensa necesaria para su aparente extinción.
Y sabido es que los discos de vinilo pueden ser deformados por el calor y, a veces, por defectos de fábrica. Un grado pequeño de deformación era común y los brazos de los tocadiscos estaban diseñados para tolerarlo. Las variaciones en el tono del audio eran producto de la deformación del disco o también de que el agujero del disco no haya estado centrado correctamente. La práctica estándar para cuidar los discos, como ya se dijo aquí, era almacenar el disco en un sobre de papel o plástico dentro de la funda original para reducir la entrada de polvo al surco. Los simples, con algunas excepciones, venían con cubiertas simples de papel pero sin ninguna cubierta interna adicional. Además, sus líneas de surco están más cerca del centro y eso era un problema en algunos brazos no preparados para acomodarse al círculo más pequeño del disco en torno al centro. Y en este centro, un agujerito de unos siete milímetros que servía y sirve de eje para el disfrute de la música en vinilo.-