TERAPIA DEL VINILO
En tiempos de tanta dispersión, es saludable un poco de concentración. Una historia en libro de papel, una película en el cine o un disco de vinilo permiten experimentar un momento de encuentro con uno mismo. Acostumbrados a la interrupción del teléfono móvil, recuperar el disfrute de algo íntegro, es terapéutico.
El vinilo está más acá
Más allá del goce visual ante el diseño de arte de las tapas. Más allá del tacto como parte integrante de un vínculo con la música. Más allá del aroma del plástico y la cartulina que lo envuelve. Y más allá del sabor de algo rico mientras el oído disfruta del placer de la alta fidelidad del vinilo. Está la decisión de dejar afuera todo obstáculo que se interponga entre nosotros y el disfrute musical. Está el beneplácito de saber que una obra ha sido pensada, producida y ejecutada de manera integral para que ahora nos dispongamos a recibirla.
Más allá del sentimiento culposo de posesión, más allá de las preocupaciones por el lugar que ocupan, por el peso que representan cuando son muchos y más allá de que siempre se quieren tener más, lo que no hace sentir insaciables, hay una experiencia intransferible en la escucha de un disco de vinilo.
Tecnologías, nuevas pero pasajeras
Sabemos que por muchos años que pasen, el sonido seguirá siendo el mejor. La mayoría se ha dejado llevar por la ola del cambio tecnológico que hizo pensar que los discos quedarían en desuso. La mayoría pensó que el CD mejoraría la experiencia por no producir frituras. Ahora sabemos que sólo era cuestión de no maltratarlos. Las urgencias de fin de siglo se chocaban con la breve paciencia que había que tener para guardarlos en sus sobres, interno y externo. La multiplicación y el desorden ayudaron a creer que eran incómodos. Es un capítulo repetido en la larga historia de los enseres domésticos: el vinilo era más liviano que el disco de pasta, y por eso lo superó. Pero también era menos irrompible y tenía más espacio para más música. Las nuevas tecnologías se atropellaban por llegar y fuimos pasando de un soporte a otro hasta darnos cuenta de que nos había ido demasiado lejos de nuestro verdadero confort. El precio hizo también su parte.
Cada giro es un latido
Hoy, más allá de los costos, más allá de los aparatos necesarios para su reproducción, sabemos que en este presente de stress, angustia y sobreexigencias sin fundamentos respetables, refugiarnos en el vinilo nos aporta una dosis esencial de salud y, por lo tanto, de vida. Que otros queden con la idea de la fritura como parte constitutiva del disco. Que otros corran tras el último éxito de moda y se suma al millón de reproductores de algo inmediatamente reemplazado. Yo me quedo a escuchar un disco. He descubierto muchos que desconocía. He vuelto a transitar por surcos que había olvidado. Descubro, disfruto, experimento el tiempo que corre a 33 revoluciones por minuto, y las horas se me hacen inolvidables. Ante cada disco que comienza a girar, transcurre un día distinto, irrepetible y único, como cada long play, como cada canción, como cada latido.-