SUPERFICIES DE PLACER
Toda mi pasión se elevará
Viéndote actuar
Tan sugerente
Lejos de sufrir mi soledad
Uso mi flash
Capto impresiones
El tema musical de los hermanos Moura, de la banda argentina Virus, ya desde el título, habla del encuentro sexual, de pieles, de pasiones, de impresiones, de ver al otro como alguien que provee sensaciones placenteras. Precisamente, algo de todo eso tiene el placer de escuchar discos de vinilo. La virtualidad de Internet reduce los contactos entre personas a la escasa superficie de la punta de los dedos. La presencia física permite transitar el territorio corporal de modo que cada quien pueda involucrarse más con lo que ve y escucha. El roce de la púa sobre la piel del disco también es una figura que remite al encuentro sexual. De ese acople entre dos superficies distintas (cóncava y convexa, como dice Roberto Carlos) nace cada acorde.
Me adueño así
Superficies de placer
Dejo crecer
Mi tremenda timidez
Nos hemos dejado absorber por los reclamos permanentes del teléfono y la computadora. Y hemos dejado en manos de ignotos comerciantes la selección musical que nos acompaña. Hemos aceptado este automatismo virtual, creyéndolo nuestra elección, para poder hacer otras cosas mientras hacemos de la música algo marginal de nuestro ambiente. Al despertar cotidiano, en vez de poner la radio o cualquier otro origen de la música por internet, el vinilo permite la consciente y minuciosa elección de lo que vamos a escuchar. Poner un disco, como la primera cosa que se hace en el día, es un placer irreemplazable.
El vinilo nos obliga a estar atentos, entre otras cosas a estar cada quince minutos dando vuelta el disco. No es sino por esa presencia física, esa consistencia concreta (esa posibilidad de contacto real que la era digital nos está haciendo extrañar), que ha vuelto el vinilo y sigue aumentando su consumo. Este auge no es una cuestión de nostalgia; en todo caso, es aferrarse a algo concreto que en el pasado era algo frecuente. La vista y el oído son los que permiten alejarse de lo concreto, de lo físico presente. El tacto necesita presencia. Hoy se extraña el tacto.
Gozo entregándote al sol
Dándote un rol
Ambivalente
Puedo espiar sin discreción
Como un voyeur en vacaciones
Hoy que la tecnología se las arregla para provocar el encuentro de personas distantes, ausentes pero conectadas virtualmente, el vinilo o el libro en papel, son deseables como refugios terapéuticos ante tanta ausencia, ante tanto encierro solitario disfrazado de libertad compartida. No es casual tampoco que hoy la percepción del tiempo haya adoptado una velocidad extrema. Después de horas de estar concentrado en el trabajo conectado a internet, al salir de esa concentración máxima, uno se da cuenta de que pasaron horas en las que estuvo ausente de su propia experiencia concreta. Nos la hemos pasado horas hablando con una pantalla creyendo que estábamos con una o más personas. La distracción por aburrimiento hace su parte. La solución no mejora los resultados. Pasa así también con los días, los meses y los años. Todos estos años de redes así llamadas sociales dentro de internet se han llevado nuestra posibilidad de integrarnos con plenitud a la experiencia de estar viviendo el día y la noche con la intensidad vital que ofrece cada uno de sus momentos. Como nunca antes Internet confirma a John Lennon cuando decía que la vida es eso que pasa mientras estamos distraídos en otras cosas.
Me adueño así
Superficies de placer
Dejo crecer
Mi tremenda timidez
El vinilo nos pone a estar presentes en esos 15 minutos que dura cada lado, ralentiza el tiempo, nos serena, nos ubica en un modo más humano en esto de estar vivos. Cuando se compra un disco, hay una sensación de promesa de buenos momentos: saber que pronto estaremos disfrutando de ese disco nos pone ante un futuro al que queremos ir porque sabemos que es parte de un disfrute que otras herramientas no nos dan. De ahí que me permito pensar que el placer del vinilo no es el de la nostalgia sino el de la vivencia. Claro que los discos tienen música que se ha grabado antes, la mayoría contienen música de otra época. Pero no es por la música exclusivamente que se escuchan vinilos (porque eso se resuelve poniendo música en cualquier plataforma de internet). Es también por el placer de tocar (lo saben los disc jockeys) la música que nos acompaña, la sensación de dirigir la batuta de nuestro presente, el goce de vibrar con estas superficies de placer.-.