Obras orquestales de Rachmaninov interpretadas espléndidamente en los años ochenta por Vladimir Ashkenazy y la orquesta del Concertgebouw de Amsterdam que recibieron grandes elogios de la crítica tanto por lo idiomático de las interpretaciones (apasionadas y volátiles) como por la calidad de la ejecución orquestal y las ricas tomas de sonido. La Isla de los Muertos tiene la nostalgia necesaria. El sonido es muy vivo, caluroso e impactante.
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