La ventaja de que bandas como The Crusaders tuvieran tres compositores en ella implica que cada uno de ellos podía desconectarse, de modo que, si a uno le faltaba inspiración, otro podía intervenir con una de sus canciones. Ese sentido de química musical es lo que hace que este álbum funcione. Aquí hay buena música para el romance nocturno y cosas funky para bailar. Es uno de sus clásicos y una excelente manera de comenzar la década de 1980 para ellos.
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