6 septiembre, 2020 Por Elbio Córdoba 0

PESCA O SURF?

Adquirir es pescar?

Se ha popularizado (hasta donde se puede popularizar algo en un sector social) el término “Pescar” para comentar que se han comprado algunos discos de vinilo. La figura supone que hay un río de discos que corre por algunos lugares y en algunos momentos, en los que el coleccionista, consumidor, usuario de vinilos, tiene la oportunidad de encontrarse con piezas que andaba buscando, que se sorprende de encontrar o que simplemente le conviene ejecutar su compra. Como los discos son materiales que han quedado en desuso por algunos años pero esto no los hizo desaparecer, ocurre que al aparecer en alguna feria, en algún garaje, en alguna tienda de discos usados, el consumidor los quita del conjunto, los rescata de su inactividad apilado junto a otros, lo hace particular, comienza a pertenecer al dueño cuyo destino parece ser el adecuado. Da toda la sensación de que se ha pescado una pieza que salta del mar de discos y que pasa a formar parte de una colección en constante crecimiento. Se “pescan” dos o tres, por decir, y es común verlos exhibidos en algún grupo de coleccionistas como resultado de alguna tarde de pesca. Los otros “pescadores” deberían sentir algo al respecto y el exhibidor se sentirá satisfecho por haber dicho presente en un grupo que, como todo grupo humano, está atravesado por múltiples narcisismos puestos en juego.

Pero creo que “pescar” no es la palabra.

Los discos de vinilo han reinado durante algunas décadas del siglo veinte porque ha sido la ventana temporal que la historia de la tecnología auditiva le ha concedido. Nacidos en la bisagra que partió al siglo en mitades, tuvieron su lógica evolución técnica y han desarrollado una vida que los llevó desde sucumbir ante máquinas obtusas y dañinas de reproducción hasta disfrutar las cosquillas de las más elevadas bandejas giradiscos que la reproducción del policloruro de vinilo podía permitir. Y hubo también toda una industria gráfica dedicada al diseño del arte de tapas. Pero más allá de estas cuestiones, hubo vidas dedicadas a la fabricación, difusión, distribución, venta y compra de discos. Para los que hoy tienen más de cincuenta años, los vinilos son el material de una nostalgia que produce la fantasía de estar jugando con figuritas musicales. Figuritas de cartulina todavía conseguibles, todavía en vigencia. Esto hace que, sin ser aún antigüedades, tampoco son productos que se venden y se reponen como si de una gaseosa se tratara. Como todavía no llegaron a su etapa de museo, los discos de vinilo están en un momento de auge coleccionista como parte de un permanente proceso dinámico que los lleva de la inicial producción en serie hasta un renacimiento donde las piezas serán un bien cada vez más escaso y, por lo tanto, más valorado.

Es un mar, no es un río

Es decir, el universo vinilero tiene más de surf que de pesca. No somos los pescadores de piezas encontradas sino los equilibristas sobre tablas redondas en un mar de constante vaivén. Los discos que nos encuentran son olas en las que vienen porque estuvimos en el momento y en el lugar adecuados. Igual que los surfers vivimos anécdotas para intentar contar las sensaciones intransferibles que nos atraviesan al encontrar tal o cuál oportunidad. Son olas a las que llegamos y que luego nos dejarán indefectiblemente. Todos hablan en algún momento, de cuando el dueño de la colección deje de existir y deba dejar su tesoro en el mundo que inevitablemente lo sucederá. Eso que llaman “pesca” es una ilusión pasajera. Esos peces se irán, como las olas. Será bueno mientras dure, será bueno cuidar de usarlos bien, pero si no lo vendemos, canjeamos o regalamos, sabemos que ellos nos dejarán algún día. El tiempo no para y el disco de vinilo es una de las vivas expresiones de esta verdad. Vamos surfeando por un mar en el que hay olas inmensas y otras sin mayor relieve. En él nadamos y seguiremos haciéndolo en la medida que el físico nos responda. Podemos soltar algunos porque sabemos que otras olas vendrán, el movimiento es incesante, en todo caso somos nosotros quienes dejamos de movernos. “Surfear» es el concepto. Muchas veces, conscientemente o no, sabemos que estamos siendo llevados por el deseo de encontrarnos con la próxima ola. En todo caso, la «pesca» es lo que obtenemos de una tarde de surf, pero no es lo que importa. lo importante es haber estado ahí y saber que tendremos otras veces en las que estaremos. A veces nos tocan olas bravas y otras amables. Surfeamos sin saber explicar muchas veces la emoción que dicha tarea nos hace sentir. Además, por si hiciera falta encontrar símbolos o figuras para sostener la idea de que esto es surfear, basta ver la púa surfeando sobre el disco que gira. Sobre ella vamos cada vez que suena lo que queremos disfrutar.-