LA PARADOJA DEL ABUELO
Hace poco vi “Tenet”, la hasta ahora última película de Christopher Nolan. Ahí se hace referencia a “La Paradoja del Abuelo”, una reflexión a partir de una lógica que afirma que es posible viajar hacia atrás en el tiempo. La sucesión de causas y efectos considera que si invento la máquina del tiempo, viajo al pasado y mato a mi abuelo, mi padre no nace, yo tampoco y por lo tanto no creo la máquina del tiempo. Por esto es que no puedo ir al pasado en donde nace mi abuelo mi padre y yo que invento la máquina del tiempo, viajo al pasado y mato a mi abuelo. La salida es viajar al pasado, no matar a mi abuelo y todos contentos.
No haber matado a mi abuelo ni a mi padre, hizo posible que hoy tenga la máquina del tiempo girando discos en el living. Haber conservado lo que hoy promete seguir permitiendo viajes al pasado ha sido una de las más acertadas decisiones que tomé en mi vida. Hubo alguna inteligencia pre sensorial que hizo distinguir entre lo que se amontona sin sentido y lo que se guarda con respeto. Quizás el peso de los discos hizo a más de uno dudar de conservarlos. No están consideradas aquí las personas que no han tenido la vivencia de ir a una disquería y elegir un vinilo. Quien no pasó por la experiencia, ve un cúmulo de objetos que ocupan lugar y que pesan mucho en las mudanzas.
La efervescencia de la innovación tecnológica en los noventa parecía arrasar con todo. Era como el viento que limpia las hojas del invierno. Había que preparar el terreno para la virtualidad como manera de convivencia de toda la humanidad. La existencia a principios de siglo de teléfonos celulares e internet hizo ver que ya no era necesario quedarse en la misma casa de siempre y las mudanzas aconsejaban tirar libros y discos ya difíciles de transportar. Soltar era y sigue siendo la palabra más empleada para aconsejar lo liviano como modo d existencia. Pero no sirve soltar lo que gira, solo sirve desprenderse de lo que ancla. Sobre todo si lo que gira genera placer producto del arte.
Haber guardado los discos de mi adolescencia tiene hoy como premio el disfrute de un inagotable universo musical. Haber tenido la precaución de evitar el polvo y la humedad parece un mensaje que en el pasado le envié a mi futuro que hoy es mi presente, perdón la obviedad. Haber sido fiel a la alta fidelidad de entonces, perdón la redundancia, tiene como recompensa poder levantarme todos los días y poner un disco, llegar a casa y poner un disco, sentir que aparece un silencio y dar vuelta un disco. Quienes lo disfrutan lo entienden, no hay más que explicar.
Habíamos inventado la máquina del tiempo y no lo sabíamos. Hoy podemos ir al pasado, evitar matar al abuelo y volver con más figuritas musicales para jugar.-