1984-2044
1984 fue el año que eligió George Orwell para determinar lo que para él sería el futuro de la humanidad. Una idea de futuro distópico en dónde hubiese una enorme vigilancia del comportamiento íntimo de las personas. Sin embargo, en el tiempo al que llamamos real e histórico, 1984 todavía no era un año preparado para lo que sí se ve actualmente. Han pasado más de 30 años y recién hace unos 5 o 6 se ve el dominio del control digital universal, que permite acceder a informaciones más remotas. También se ve lo difícil que resulta hoy encontrar fuera de cada uno de los hogares, un estímulo físico por el cual abandonar la butaca frente a la computadora. Se vive como en catacumbas, comunicados por dispositivos móviles y todos cada vez más inmóviles (el resurgimiento del vinilo se vio favorecido por esto, hay que admitir).
Antes de ahora, hasta 1984, el vinilo había tenido años de reinado. Si se toma la década que va entre 1974 y 1984, es enorme el reinado del vinilo por sobre cualquier otra tecnología de reproducción sonora. No solo por las ventas, por la circulación masiva que por esos años tenía el formato, sino sobre todo porque, dado que el destino de toda composición musical era estar siendo reproducida por una pieza de unos treinta y pico de minutos de duración, toda la música de entonces estaba destinada a ese formato. Así es cómo se hacían obras conceptuales, compilados o álbumes personales de modo tal que cada aparición, cada novedad en el mercado, generaba las giras de presentación de cada obra, y se constituía en un peldaño más en la evolución o involución de cada grupo musical o de cada solista.
Cinco años antes de 1984, el vértigo estuvo dado por la constante salida de obras inobjetables con una celeridad asombrosa. Por entonces nacieron discos históricos como “El lado oscuro de la luna” de Pink Floyd o “Una noche en la ópera” de Queen, o cualquier obra de Génesis o Led Zeppelin por citar ejemplos ineludibles. Claro que la década del 60 fue una época agitada al ritmo de Los Beatles que, televisión mediante, ofrecieron la primera forma de hiperproducción que conoció el universo musical durante el siglo 20. Tras la generación de nuevos grupos a partir de este fenómeno de la beatlemanía de los 60, los años 70 se encargaron de indagar, innovar y ampliar el horizonte de la música a nivel planetario. Después de los años 80, no solo por la aparición de la nueva tecnología del compact disc sino también por el cassette de audio y el cassette de video hogareño, que transformaron las maneras de consumo, se extendió el uso del control remoto (que hizo del usuario un operario) y con ese hábito incorporado, la llegada del teléfono móvil era cuestión de tiempo y mercado, hasta derivar en este presente de encierro e ilusión de control como lo imaginó Orwell como para treinta años antes.
Desde la perspectiva del coleccionismo que propone el vinilo, no suena a casualidad que haya sido el año 1984, justamente, el que vio el nacimiento del CD como soporte sonoro. La debacle de la tecnología analógica frente a la digital fue un golpe duro y desorientó a la mayoría de los consumidores. Tampoco parece casual que 1983 sea considerado el año en que nació Internet. Ahí, sin que casi nadie todavía se diera cuenta, el negocio del vinilo comenzó a temblar. 1984 fue un antes y un después, como casi treinta años antes, 1955, con el nacimiento de Tim Berners-Lee, que inventó la internet, y el de quien la explotó, Bill Gates. Y no parece tampoco casual que en 1984 haya nacido Mark Zuckeberg que, treinta años más tarde, en 2004, dio comienzo a la era de las redes sociales. Cada treinta años, lo que dura una generación, parecen nacer los que determinan el destino humano en cada nuevo período. Tal vez sea de esperar que quienes han nacido entre 2014 y 2016, pleno resurgimiento del vinilo, sean quienes indiquen el camino a seguir durante el resto el siglo presente. Ya hay más de un par de películas que intuyen lo que va a pasar con la cultura del siglo 21 (Blade Runner 2049, por citar). Algún nuevo Orwell ya debe haber publicado una novela llamada “2044” o más o menos por ahí. Mientras tanto, en cada refugio que se suponga confortable, debe estar sonando una vez más y en vinilo, «Powerslave» (Iron Maiden), «Legend» (Bob Marley), «Like a Virgin» (Madonna), «Buen día día» (Miguel Abuelo) o Piano Bar» (Charly García), por nombrar muy escasos ejemplos de discos publicados en tan tremendo año.-